Para cuando quise leer “Veronika decide morir”, morí en el intento porque básicamente me enfrentaba a lo mismo, una novelita ligera, moralizante y simple.
Entiendo que la espiritualidad que emanan las novelas de Coelho llenan a muchas personas de pensamientos positivos, que les han ayudado a ver el mundo de mejor manera y que son fuente de inspiración para estas buenas personas, pero intentar elevar estos folletitos de autosuperación al nivel de literatura sería mucho pedir.
A Joyce lo conocí gracias a Roque, cuya inconclusa e intitulada novela “Pobrecito, poeta que era yo”, rescata y desarrolla con buenos resultados, muchas de las técnicas Joyceanas y Cortazianas que se aprecian tanto en “Ulises”, como en “Rayuela”.
Tuve que leerla en PDF puesto que no podía comprarla, pues para empezar no la encontraba en nuestras librerías y cuando la ví en algún estante, su precio era prohibitivo para mi economía, como lo expresé en un post en el cuál celebré el hecho de haberla encontrado en una librería de libros de segunda mano, como “una verdadera ganga”, parafraseando a Les Lutheire.